martes, 8 de marzo de 2016

¿De qué está hecho un rayo?

El rayo es uno de los fenómenos más impresionantes del planeta. Cuando se forma una tormenta y comienzan los truenos y relámpagos es inevitable experimentar una ancestral mezcla de miedo y fascinación.

En diversas épocas y culturas se han atribuido al rayo deidades, poderes y características  propias de reinos de más allá de este mundo. Todo para tratar de dar una explicación a un fenómeno tan poderoso como el rayo.

Ahora sabemos que es una descarga inmensa de energía en una pequeñísima fracción de tiempo.  El destello (relámpago) y el ruido (trueno), aparecen como consecuencia de la ionización de las partículas suspendidas el aire. Estas, al calentarse llegan a un estado plasmático, con el resultado de brillo y ruido característico.

De una forma muy simple podríamos hablar de una gran corriente eléctrica que el lugar de cables usa el propio aire como medio de transporte.

El origen de esa inmensa carga eléctrica lo podemos buscar en las pequeñas fricciones de las diminutas partículas de agua y hielo que conforman las nubes tormentosas.  En su caótico movimiento se va acumulando carga electroestática, esperando el momento idóneo para descargar.   A todos nos ha pasado alguna vez experimentar una desagradable descarga de estática al tocar otra persona u objeto. En ese momento somos como una pequeña nube que descarga su "rayo" en otra masa por diferencia de potencial.

Las mediciones promediadas de un rayo ponen de manifiesto la embregadura de su poder:
temperaturas promedio de un rayo por encima los 25.000 ºC, considerando que la superficie del Sol no pasa de los 6.000ºC -más del cuádruple- ;  cruzan longitudes sobre los 5 km con apenas 1 centímetro de espesor y se propagan  a más de 200,000 km/h (nótese que van sensiblemente por debajo de la velocidad de la luz).  

Con intensidades por encima de los 200,000 amperios y 100 millones de voltios, que a su vez generan 10,000 millones de julios, el observar de cerca la caída de un rayo es tan fascinante como peligroso.  

Así que ya que no podemos controlar la fuerza de un rayo, sí podemos canalizarlo y "domesticarlo" para que en caso de estar en área de impacto, la energía tome tierra debidamente sin provocar daños a seres y a materiales.